MARÍA, MADRE DEL BUEN CONSEJO (DÍA 13)
MARÍA,
MADRE DEL BUEN CONSEJO
María es nuestro modelo en el “Año del
discernimiento fraterno” pues antes de dar bueno consejo, María escucha el buen
consejo de la Palabra de Dios. El discernimiento fraterno requiere partir de
una disposición a escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma que
siempre nos desafía de maneras nuevas. Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la
escucha. Y, si es verdad que en la Iglesia local nada se hace sin el Obispo, es
también verdad que nada se hace sin el consejo de los presbíteros y diáconos y
sin el consentimiento del pueblo (cfr. Cipriano di Cartago, De catholicae
ecclesiae unitate, 5).
REFLEXIÓN
Por: Pbro. Miguel Ángel Román de la
Cruz
Las palabras de la primera lectura
pertenecen a un canto en el que la Sabiduría hace su propio elogio. Constituyen
la parte central del libro del Eclesiástico, conocido también con el nombre de
"Sabiduría de Jesús Ben-Sirac". La Sabiduría de Dios se introduce
aquí en primera persona, se trata de una personificación poética que con
referencias de la naturaleza exalta la grandeza, el poder, la necesidad y la
belleza de la sabiduría, que tiene su origen en Dios y se comunican al pueblo
elegido. Así mismo, la escena evangélica que escuchamos, con la que concluye el
evangelio de la infancia según Lucas, constituye una especie de parábola de
toda la existencia de Jesús: la vida de Jesús, centrada en la búsqueda y el
cumplimiento de la voluntad de su Padre. Al mismo tiempo el autor indica el
crecimiento que realiza la humanidad de Jesús en relación con los hombres y con
Dios. También presenta a María conservando todo en su corazón. El corazón, en
el lenguaje bíblico, no es el lugar sólo de los sentimientos, sino también de
la reflexión, de la fe y de la voluntad. María va creciendo en la comprensión
sapiencial del misterio salvífico que se va realizando en Jesús.
Las lecturas de este día se centran en
la sabiduría y su manifestación más concreta que es el Don y virtud del
Consejo, de la reflexión, de la profundidad, del discernimiento que nos lleva a
orientar la propia vida y la ajena, a nivel personal y comunitario, con las
mejores decisiones en sintonía con la voluntad de Dios y su plan maravilloso de
verdad, bien, belleza, amor y salvación. En esa línea van, tanto el elogio de
la sabiduría del Antiguo Testamento, como en el Nuevo Testamente el ejemplo de
Jesús centrado en la voluntad de su Padre y la actitud mariana de reflexión
profunda, conservando en su corazón, contemplativamente, el misterio de Cristo
y el designio de Dios.
María, Madre del buen consejo, nos
guía, a nivel personal y comunitario, en este discernimiento y búsqueda
constante de la voluntad de Dios, que es la fuente de nuestra felicidad y
plenitud. Los medios que más nos ayudan en este camino sapiencial que nos llevará
hacia la santidad, hacia el bien verdadero personal y comunitario, y hacia la
colaboración certera con el plan salvífico de Dios son: el hábito constante del
silencio, la oración, el retiro y la reflexión; la meditación orante y
perseverante de la Palabra de Dios, personal y comunitariamente; el trabajo
serio por limpiar nuestro corazón de la enajenación, el egoísmo y el pecado; la
humildad para no encerrarnos tontamente en nuestra manera de ver las cosas,
sino tener siempre corazón de discípulo; la disposición para pedir y recibir
consejo y luz de los hermanos prudentes (“déjate enseñar, déjate mandar, déjate
corregir y serás santo”); saber leer en los “signos de los tiempos” la voluntad
de Dios; desarrollar la virtud humana de la prudencia y del sentido común, como
base humana para abrirnos a la luz superior de la sabiduría divina; implorar
sinceramente al Espíritu Santo el Don de Consejo, la luz necesaria para
encontrar la voluntad de Dios, etc. En las situaciones personales y
comunitarias tan complejas y confusas que estamos viviendo actualmente, oremos
constantemente: Madre del buen consejo, ruega por nosotros.
LECTURAS
DEL QUINCENARIO
PRIMERA
LECTURA
Del
Libro del Eclesiástico 24, 1-2. 5-7. 12-16. 26-30
La sabiduría hace su propio elogio y
se gloría en medio de su pueblo; abre su boca en la asamblea del Altísimo, y
ante todos los ejércitos celestiales se glorifica diciendo: “Yo salí de la boca
del altísimo y soy la primogénita de todas sus creaturas. Encendí en el cielo
una luz que no se apaga y cubrí de niebla toda la tierra. Yo puse mi tienda en
las alturas y mi trono sobre una columna de nubes. Entonces el creador del
universo, el que me formó, me dio una orden, él estableció mi morada y me dijo:
Pon tu tienda en Jacob, que Israel sea tu heredad; Echa raíces en medio de mis
elegidos. En el principio, antes de los siglos, me formó y existiré para
siempre. En su santa tienda ejercí las funciones sagradas ante él; por eso fijó
mi morada en Sión -en la ciudad santa me hizo reposar-y en Jerusalén la sede de
mi poder. En un pueblo glorioso eché raíces, en la porción del Señor, en su
heredad. Vengan a mí todos los que me aman, y sáciense de mis frutos, porque
mis palabras son más dulces que la miel y mi heredad, mejor que los panales.
Todas las generaciones me recordarán para siempre. Los que me comen seguirán
teniendo hambre de mí, los que me beben seguirán teniendo sed de mí, los que me
escuchan no tendrán de qué avergonzarse y los que se dejan guiar por mí no
pecarán”.
SALMO
RESPONSORIAL
Salmo 144
R.
Bendeciré tu nombre por siempre, Señor.
Día tras día, te bendeciré y alabaré
tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es
incalculable su grandeza. R
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso
con todas sus criaturas. R.
Que todas tus criaturas te den
gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu
reinado, que hablen de tus hazañas. R.
EVANGELIO
Del
santo evangelio según san Lucas 2, 41-52
Los padres de Jesús solían ir cada año
a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron
a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño
Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la
caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y
conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el
templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles
preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las
respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le
dijo su madre: —«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te
buscábamos angustiados». Él les contestó: —«¿Por qué me estaban buscando? ¿No
saben que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no
comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió
bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba
creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
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