LA SEMILLA DEPENDE DE LA TIERRA

Explicación de la parábola del sembrador - 20180727

 

Este domingo empezamos el capítulo 13 del evangelio de Mateo, en el cual escucharemos a lo largo de tres domingos (15, 16 y 17) las siete parábolas que nos presenta este capítulo.

La parábola que hoy escuchamos es la del sembrador. Curiosamente hoy no habría tanta necesidad de que yo hiciera una homilía ya que es el mismo Jesús el que nos la da al explicar la parábola por petición de sus discípulos. A pesar de esto quisiera que nos fijáramos más que en la explicación, en los detalles de la parábola y de la relación con la primera lectura y el salmo.  

El evangelio de Mateo nos había estado presentando un crecimiento acelerado de los seguidores de Jesús y de su aceptación entre sus oyentes, pero poco a poco se ha ido perdiendo ese encanto inicial del sermón de la montaña. Hoy todavía nos encontramos con una gran multitud, pero ya nos están abiertos al evangelio. Están físicamente presentes, pero están ausentes interiormente, ven y escuchan, pero no entienden.  Podríamos decir que esa escena se actualiza hoy en nuestros ambientes. Cuantas veces por la rutina, nuestra predisposición o preocupaciones, acompañamos a Jesús en la eucaristía, pero no vemos, no escuchamos, no estamos abiertos a la novedad del evangelio. Y quizá el escuchar con atención este pasaje nos surja una gran duda ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús?

Recuerdo que en mi diaconado en la sierra mixe de Oaxaca me sorprendía el como aquellos pueblos eran capaces de sembrar el maíz en laderas muy inclinadas. Ordinariamente aquí en Aguascalientes se ve en las planicies y el trabajo se ve acompañado por los tractores, pero en aquellos terrenos complicados todo se hace a mano y de una forma tan complicada que la siembra o la cosecha se ve acompañada por una cuerda que evite el caer.

El ambiente del que nos habla Jesús es parecido al que veía en Oaxaca. Al sembrar en laderas el sembrador era consciente de que el grano que aventara no siempre daría fruto ya que no siempre caería en un terreno apropiado. La semilla era la misma, pero el fruto dependía en un primer momento del terreno en el que cayera. Nosotros podemos tener la mejor semilla de cualquier planta, pero si nunca la sembramos se quedará desaprovechada y sin germinar siquiera. O bien podríamos tomar esa misma semilla de primer nivel y sembrarla en nuestra habitación y el resultado sería el mismo, nunca germinará y dará su fruto. Una vez que tenemos buena semilla lo más lógico es buscarle un buen terreno. Por la semilla no hay problema, es la mejor, es la misma semilla que dio grandes frutos como san Juan Pablo II, san Juan Bosco, la Madre Teresa, san José Sánchez del Río, santa María Goretti, etc. La semilla viene probada y garantizada que si se siembra en una tierra buena dará fruto.

Quizá estamos acostumbrados a ver grandes resultados. En una inversión ordinariamente esperamos el máximo rendimiento y la menor perdida, vivimos en un mundo donde la eficiencia es un factor importante para todos. Es por eso que Jesús en esta parábola nos invita a ver que no siempre obtendremos el ciento por uno, habrá veces que sea el sesenta o el treinta y aun así nos encontraremos con una visión esperanzadora de que el fruto se va dando y sin caer en la mediocridad, pero ese treinta ya es motivo de alegría ya que la semilla no ha quedado estéril.

La semilla y el terreno son la base, pero no depende el fruto solamente de estas dos cosas, necesitaremos la lluvia, un clima favorable, y un agricultor que esté al pendiente de aquella siembra. Para tranquilidad nuestra la primera lectura y el salmo nos hablan de ese Dios que pone todo lo demás para que aquella tierra quede fecundada y germine.  

Si en este domingo descubro que la semilla del evangelio no ha dado fruto en mi vida es necesario que veamos como andamos interiormente, que veamos cómo está el terreno de mi alma en el que está cayendo esa semilla y trabajemos con sinceridad en él.

 

LECTURAS DEL DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

(Ciclo A)

 

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías: 55, 10-11

Esto dice el Señor: "Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".


SALMO RESPONSORIAL 

Del salmo 64, 10abcd. 10e-11. 12-13. 14.

R/. Señor, danos siempre de tu agua.

Señor, tú cuidas de la tierra, la riegas y la colmas de riqueza. Las nubes del Señor van por los campos, rebosantes de agua, como acequias. R/.

Tú preparas las tierras para el trigo: riegas los surcos, aplanas los terrenos, reblandeces el suelo con la lluvia, bendices los renuevos. R/.

Tú coronas el año con tus bienes, tus senderos derraman abundancia, están verdes los pastos del desierto, las colinas con flores adornadas. R/.

Los prados se visten de rebaños, de trigales los valles se engalanan. Todo aclama al Señor. Todo le canta. R/.

 

SEGUNDA LECTURA

 

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 18-23

Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios.

La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió. Pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

 

EVANGELIO

 

Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 1-23

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

"Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga".

Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?". Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.

En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.

Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador.
A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.

Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.

Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.

En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta".


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