LAS CARGAS ESTRICTAMENTE NECESARIAS
Retomamos la lectura
del libro de los hechos y nos encontramos con la respuesta del concilio
de Jerusalén.
Silas y Judas llevan
la respuesta a la comunidad de Antioquia, la cual esperaba la resolución con
ansias. La conclusión, en primer lugar, nos muestra la realidad de que es Dios
el que conduce a su Iglesia; bajo la luz del Espíritu Santo. El protagonismo de
la tercera persona de la Trinidad es algo fundamental en la Iglesia. Muchas de
nuestras malas decisiones, sea a nivel personal o a nivel eclesial, se deben a
que no tomamos en cuenta al Espíritu Santo. La Iglesia primitiva lo entendió a
la perfección, “El Espíritu Santo y nosotros…” solo así tendremos
la seguridad de elegir lo que más conviene y no lo que nosotros queremos o algún
capricho pasajero.
Tanto la primera
lectura, como el evangelio nos invitan a hacer a un lado lo secundario y
centrar nuestra atención en lo verdaderamente importante.
En el concilio se
dan cuenta que el seguir con las practicas rituales del judaísmo, no son algo
que los deba de distinguir, como si lo es el vivir de una forma congruente con
la fe ahora asumida. Se mencionan tres disposiciones que se podrían resumir en
simplemente dejar de lado las practicas paganas; como un signo de conversión y
de entrega a Dios. Esta carta llena de alegría a la comunidad ya que se trata
de una fe viva que compromete. No es un cumulo de leyes que asfixian y sofocan
al hombre, es ir a lo esencial y dejar de lado aquello que no es estrictamente
necesario. Una señal física no puede distinguir el espíritu de una persona,
pero su modo de comportarse sin duda alguna que hablará y dirá mucho más para
quienes convivan con él. Por ejemplo, si nosotros portamos alguna cruz o una
medallita pueda decir algo; pero quizá alguien no puede llevar ningún elemento religioso,
pero su modo de comportarse confronta a quienes conviven con él, por su
caridad, tolerancia, cercanía, etc., todo esto hablará mucho más que cualquier
medalla o rosario en el cuello.
Jesús en el
evangelio también nos invita a fijarnos en lo esencial y nada más esencial para
un cristiano, que el amor.
Este evangelio ya lo
habíamos escuchado ayer en la fiesta de san Matías, pero hoy quisiera que centráramos
nuestra atención en dos palabras; amistad y amor. Que privilegio
tan grande tenemos al poder decir con toda tranquilidad y sinceridad que Dios
es nuestro amigo. Muchas veces buscamos amistades de gente acomodada o famosa,
pero pocas veces procuramos la amistad de Dios. Él es el amigo que nunca falla,
el amigo que lo da todo en la relación, el que se esfuerza y nos busca, que nos
da detalles y un montón de cosas; pero nosotros muchas veces por estar absortos
en otras cosas ignoramos aquella amistad.
“Ustedes son
mis amigos, si hacen lo que yo les mando”. Cualquier relación tiene algún costo; es decir
implica una renuncia, un sacrificio, un desprendernos de algo para conservar
aquella relación. El costo de ser amigos de Dios es muy bajo, sencillamente es hacer
lo que nos manda. No nos manda nada fuera de lugar, nada ilícito o algo que
atente contra la integridad nuestra o de alguien más.
“Esto es lo
que les mando: que se amen los unos a los otros”. Este amar no va en un sentido romántico o dulzón. Amar
al otro como Dios me ha amado es amar al otro así tal cual es, con sus defectos
y sus virtudes. No tenemos que esperar que cambie para que yo pueda amarlo; no.
Amarlo como Dios es en paquete completo y sin excepciones. ¿Es complicado? Si.
¿Es imposible? No. Pidamos la gracia de tener un corazón amante como el de
Dios, un corazón que no se cansa de esperar y de perdonar.
LECTURAS
DEL VIERNES V DE PASCUA
Del libro de los
Hechos de los Apóstoles: 15,22-31
En aquellos días,
los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la comunidad cristiana,
juzgaron oportuno elegir a algunos de entre ellos y enviados a Antioquía con
Pablo y Bernabé. Los elegidos fueron Judas (llamado Barsabás) y Silas, varones
prominentes en la comunidad. A ellos les entregaron una carta que decía:
"Nosotros; los
apóstoles y los presbíteros, hermanos suyos, saludamos a los hermanos de
Antioquía, Siria y Cilicia, convertidos del paganismo. Enterados de que algunos
de entre nosotros, sin mandato nuestro, los han alarmado e inquietado a ustedes
con sus palabras, hemos decidido de común acuerdo elegir a dos varones y
enviárselos, en compañía de nuestros amados hermanos Bernabé y Pablo, que han
consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Les enviamos, pues,
a Judas y a Silas, quienes les transmitirán, de viva voz, lo siguiente:
'El Espíritu Santo y
nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente
necesarias. A saber: que se abstengan de la fornicación y de comer lo inmolado
a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si se apartan de esas
cosas, harán bien'. Los saludamos".
Los enviados se
despidieron y cuando llegaron a Antioquía, reunieron a la comunidad cristiana y
les entregaron la carta. Al leer aquellas palabras alentadoras, todos se
llenaron de júbilo.
SALMO
RESPONSORIAL
Del salmo
56,8-9.10-12.
R/. Alabemos y
cantemos al Señor. Aleluya.
Dispuesto está mi
corazón, Dios mío, para cantar tus alabanzas. Despiértate, alma mía,
despiértense mi cítara y mi arpa, antes de que despunte el alba. R/.
Tocaré para ti ante
las naciones, te alabaré, Señor, entre los pueblos, pues tu lealtad hasta las
nubes llega y tu amor es más grande que los cielos. Levántate, Señor, en las
alturas y llena con tu gloria el mundo entero. R/.
EVANGELIO
Del santo
Evangelio según san Juan: 15, 12-17
En aquel tiempo,
Jesús dijo a sus discípulos: "Éste es mi mandamiento: que se amen los unos
a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que
el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les
mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a
ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a
mi Padre.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros".
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