EL PRIMERO DE MUCHOS
La liturgia ha
omitido casi todo el capítulo séptimo del libro de los Hechos en el cual
se le da la oportunidad a Esteban de defenderse y hace un largo discurso (resumen)
de la historia de la salvación, empezando por Abraham, hasta terminar con Jesús,
que es la parte que hemos escuchado en la primera lectura.
San Lucas escribe
este libro algunos años después de la muerte de Esteban en donde la Iglesia era
perseguida por los judíos. La finalidad del discurso es demostrar que del
verdadero Israel, y ya en nuestro tiempo, del verdadero cristianismo, no
pueden salir perseguidores, discriminadores y asesinos. No caigamos en la
trampa de sentirnos superiores. XIX siglos después un hermano empezó una persecución
que terminó con la vida de seis millones de hermanos judíos. Ninguna causa,
ninguna bandera justificará este tipo de hechos.
San Esteban es el
primer mártir de la lista. El contemplar su muerte injusta, realizada por
hombres movidos por la ira, nos debe de mover a un compromiso en el que seamos
capaces de no condenar, de no dejarnos mover por el enojo y la ira ya que podríamos
estar acabando, de palabra o de obra, con alguna persona justa que quizá su único
delito es hacernos ver la verdad.
Por el otro lado, si
nos toca sufrir la persecución, la difamación, ojalá que tengamos las actitudes
de Esteban, que visto a contraluz son las de Cristo, y seamos capaces de perdonar
a nuestros hermanos. No olvidemos que ante una situación como esta podemos
hacer dos obras de misericordia espirituales: 1) Perdonar las injurias 2) Sufrir
con paciencia los defectos del prójimo.
El evangelio por
otro lado nos presenta a un pueblo que a pesar de haber sido testigos de la multiplicación
de los panes siguen exigiendo signos y hacen alusión al maná que les dio Moisés
en el desierto. Esta referencia dará pie para que Jesús se revele cómo el
verdadero Pan bajado del cielo.
El evangelio de san Juan
es el único de los cuatro que no narra la institución de la eucaristía, pero es
el evangelio más eucarístico. Hoy al orar este pasaje debemos darnos cuenta que
el acercarnos a Jesús eucaristía exige de nosotros una fe enorme, una fe tan
firme que me haga capaz de entender que ese pequeño trozo de Pan, es capaz de
saciar mi hambre y mi sed de Dios.
Al escuchar a un número
considerable de fieles, que en estos días, llegan a la confesión angustiados, y algunos hasta
llorando, por la necesidad de poder volver a unirse a Dios sacramentalmente por
medio de la comunión; me doy cuenta que verdaderamente la eucaristía es el único
alimento capaz de saciar nuestra hambre y sed de Dios. Digamos como aquella
muchedumbre del evangelio, “Señor, danos siempre de ese Pan”.
LECTURAS
MARTES III DE PASCUA
Del libro de los
Hechos de los Apóstoles: 7,51-8,1
En aquellos días,
habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: "Hombres de cabeza dura,
cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo;
ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres?
Ellos mataron a los que anunciaban la venida del justo, al que ahora ustedes
han traicionado y dado muerte. Recibieron la ley por medio de los ángeles y no
la han observado".
Al oír estas cosas,
los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia
contra él. Pero Esteban. lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria
de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: "Estoy
viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de
Dios".
Entonces los
miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una
se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a
apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven,
llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración:
"Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después se puso de rodillas y dijo
con fuerte voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". Diciendo
esto, se durmió en el Señor. y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a
Esteban.
SALMO
RESPONSORIAL
Del salmo 30, 3cd-4.
6ab. 7b. Ba.17. 21ab.
R/. En tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Sé tú, Señor, mi
fortaleza y mi refugio, la muralla que me salve. Tú, que eres mi fortaleza y mi
defensa, por tu nombre, dirígeme y guíame. R/.
En tus manos
encomiendo mi espíritu y tú, mi Dios leal, me librarás. En ti, Señor, deposito
mi confianza y tu misericordia me llenará de alegría. R/.
Vuelve, Señor, tus
ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia; cuídame, Señor, y escóndeme
junto a ti, lejos de las intrigas de los hombres. R/.
EVANGELIO
Del santo
Evangelio según san Juan: 6, 30-35
En aquel tiempo, la
gente le preguntó a Jesús: "¿Qué señal vas a realizar tú, para que la
veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el
maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo".
Jesús les respondió:
"Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre
quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que
baja del cielo y da la vida al mundo".
Entonces le dijeron:
"Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les contestó: "Yo soy
el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí
nunca tendrá sed".
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