¿DE QUE HABLAN TAN TRISTES?

De corazones tristes a corazones ardientes | Joven Verdadera Blog ...

El evangelista san Lucas nos presenta tres relatos en los que se da testimonio de la resurrección y en todos aparece el factor de la tristeza y del miedo. Sin duda alguna el sentir de los discípulos y de la gente cercana a Jesús era de desanimo al ver que todas aquellas promesas, todas aquellas profecías que habían dicho tantas personas desde la infancia de Jesús se veían acabadas con la muerte. Es imposible pensar y ver más allá cuando la muerte se tiene enfrente de nosotros.

¿De que hablan las noticias en estos días de confinamiento? El tema central ha sido por semanas el que “ya sabemos” no es necesario siquiera decirlo. Hoy el evangelio nos presenta el conocido pasaje de los discípulos de Emaús. Un pasaje que se nos propone por tercera vez en este tiempo pascual. Se propuso para la misa vespertinas del día de pascua, se propuso para el miércoles de la octava de pascua y hoy domingo III de pascua nuevamente se nos propone como un texto a meditar. No resulta para nada cansado y aburrido este texto y quizá hoy podamos seguir bebiendo de la riqueza de este pasaje ya que la situación de aquellos discípulos y la nuestra, al menos en sentido de ánimo, es muy similar.

La narración nos presenta a dos discípulos que marchan por la tarde del domingo a Emaús, una comunidad lejana, pero no tan distante, 11 kilómetros se pueden recorrer en dos o tres horas. Lo significativo de esta marcha es el lugar y el momento de la caminata, abandonan Jerusalén, el lugar de la comunidad y lo hacen antes de que termine el tercer día, el plazo para que se cumpliera la promesa de la resurrección. Aún más sorprendente resulta el hecho de que ya se habían dado los primeros testimonios de que algo había pasado, nadie había visto al resucitado, pero ya algo se vislumbraba y aun así deciden salir. No esperaban nada. La amargura les había vencido. Estaban tan seguros de que no había nada detrás de la muerte que ni se habían molestado en ir al sepulcro. Hoy nosotros podríamos caer en este desanimo, tanto hemos escuchado la palabra “muerte” que quizá más de alguno ya esté pensando que no hay nada más detrás.

Es en este viaje hacia Emaús, el sinsentido, se aparece Jesús y nos hace la pregunta “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?” ¿Por qué hablamos de la desgracia y la tragedia cuando hace apenas dos semanas saltábamos de contento por la resurrección? como decía Louis Evely “La tierra cree que tiene mil razones para estar triste. Y el cielo tiene mil razones para que estemos alegres.” La tristeza nos hace ciegos y nos hace perdernos de las maravillas que están sucediendo a cada instante.

El hermano Luis Lovato hizo una actualización fenomenal del libro de Job a la que tituló Job en tiempos de coronavirus (para quienes no lo hayan leído aquí tienen el link https://correodiocesano.com/2020/04/25/job-en-tiempo-de-coronavirus/) y ponía el siguiente fragmento que refuerza mi idea anterior:

“Y tu preferiste ver televisión, perder tiempo jugando en una computadora en lugar de apreciar la belleza de lo creado y te quejas ahora que te doy más tiempo y la oportunidad de contemplar las maravillas que creé por ti. ¿Dónde estabas cuando envié a mi Hijo para que te enseñara la hermandad, el servicio, la solidaridad? Y ahora que todos ustedes se sienten más cercanos por la experiencia común del sufrimiento, que hay doctores y enfermeras que trabajan por los demás arriesgando su vida como Cristo en la cruz, y gente común que regala comida, sonrisas, canciones, medicamentos a quien lo necesita, tú sigues quejándote sin saber salir del caparazón de tu egoísmo.”

El dolor y la tristeza nos ciegan, es por eso que hoy el resucitado sale a nuestro camino y nos cuestiona. Pregunta por nuestra tristeza y le da un horizonte de esperanza.

Cuando reina en una persona la insensatez y un corazón duro es necesario que venga Cristo a calentarlo. Él tiene la iniciativa, da el primer paso, pero no violenta; el segundo paso es cuestión de nosotros. Sí en libertad somos capaces de dejarlo pasar a nuestra comunidad y a nuestra casa lo hará, sino seguirá de largo. La frase de los discípulos podría ser nuestra oración en estos días… “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”, pronto va a obscurecer en nuestra vida, cada día todo se ve más obscuro, también nosotros estamos entrando en esta noche y necesitamos que Cristo se quede con nosotros.

Invitemos a Dios a nuestra vida y dejémonos enseñar por Él. No nos quiere ver tristes y aislados, nos necesita alegres y unidos. Esto es lo que pasa al final del evangelio, salen corriendo alegres al encuentro de los demás discípulos. La alegría aligera las cosas, así como la tristeza las hace pesadas. Hoy nosotros no gozamos de una alegría pasajera, gozamos de la más grande alegría. Que ninguna tristeza nos nuble la vista de tener con nosotros a ese resucitado que no se cansa de decirnos “La paz esté con ustedes”.


Feliz domingo


LECTURAS III DOMINGO DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 2, 14. 22-33

El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: "Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia. Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad. El patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción. Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo". 

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 15, 1-2a y 5.7-8.9-10.11.
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. R/.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré. R/.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción. R/.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R/.

SEGUNDA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Pedro: 1, 17-21

Hermanos: Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga imparcialmente la conducta de cada uno según sus obras, vivan siempre con temor filial durante su peregrinar por la tierra.
Bien saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada de sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, al cual Dios había elegido desde antes de la creación del mundo y, por amor a ustedes, lo ha manifestado en estos tiempos, que son los últimos. Por Cristo, ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea también esperanza en Dios.

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?". Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?". Él les preguntó: "¿Qué cosa?". Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?". Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!".
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

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