UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA
La primera lectura de este día está tomada del
penúltimo capítulo del libro del profeta Isaías. Nos presenta la promesa que Dios
hace a su pueblo que ha sobrevivido al exilio y que regresa a Jerusalén la
ciudad santa. Es una promesa llena esperanza y de ánimo. Es la promesa que hoy
nosotros quisiéramos ver ya realizada, en donde Dios nos regala un cielo nuevo
y una tierra nueva, libre de dolor, de sufrimiento, de pandemias, de problemas
económicos, de feminicidios, etc. Tenemos que recordar que todas estas
contrariedades son consecuencia del pecado. No son consecuencia de un error de
Dios, sino consecuencia nuestra.
El evangelista san Juan no presenta a un Jesús que se la pase haciendo
signos (milagros), solamente presenta siete signos en todo el evangelio. Hoy escuchamos el segundo signo que realiza; y es la
curación del hijo de aquel funcionario real. Es curioso cómo los momentos límites
de nuestra vida nos “obligan” a voltear nuestra mirada y nuestra confianza en
Dios. Ante la enfermedad y agonía de su hijo aquel hombre va con Jesús a
implorar una intervención de su parte. Jesús hace este “reclamo” a la gente que
lo seguía "Si no ven ustedes signos y prodigios, no creen". Ante
estas palabras aquel padre demuestra que su fe no está puesta en lo que ve y
toca, sino en la persona de Jesús y cree cuando Jesús le afirma que su hijo ha
sanado, no le pide pruebas, simplemente se da la media vuelta y regresa a
comprobar lo que su corazón ya sabía; Dios no lo ha abandonado.
Nos encontramos este día con este deseo de esta nueva
creación que nos promete Isaías, pero se nos olvida que esta nueva creación ya
está entre nosotros y que solamente nos toca hacerla visible a los hermanos.
Dios ha actuado y seguirá actuando no nos ha abandonado, pero… al contemplar
este pasaje podemos seguir cruzados de brazos esperando esta intervención extraordinaria
de parte de Dios o incluso seguir quejándonos y lamentándonos porque Dios no interviene
para acabar de raíz con nuestros problemas; cuando somos cada uno de nosotros
los que debemos de actuar para que sea más visible la obra de Dios en su
creación.
LECTURAS DEL
LUNES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Del libro del profeta Isaías: 65, 17-21
Esto dice el Señor: "Voy a crear un cielo nuevo y
una tierra nueva; ya no recordaré lo pasado, lo olvidaré de corazón.
Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría por
lo que voy a crear: Convertiré a Jerusalén en júbilo y a mi pueblo en alegría.
Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo. Ya no se oirán en ella
gemidos ni llantos.
Ya no
habrá niños que vivan pocos días, ni viejos que no colmen sus años y al que no
los alcance se le tendrá por maldito. Construirán casas y vivirán en ellas,
plantarán viñas y comerán sus frutos".
Del salmo 29,2.4. 5-6. 11-12a.13b.
R/. Te alabaré, Señor, eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí
mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me
reviviste. R/.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su
nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto
nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R/.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi
ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R/.
Del santo Evangelio según san Juan: 4, 43-54
En aquel tiempo, Jesús salió de Samaria y se fue a
Galilea. Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su
propia patria. Cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían
visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también
ellos habían estado allí.
Volvió entonces a Caná de Galilea, donde había
convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía un hijo
enfermo en Cafarnaúm. Al oír éste que Jesús había venido de Judea a Galilea,
fue a verlo y le rogó que fuera a curar a su hijo, que se estaba muriendo.
Jesús le dijo: "Si no ven ustedes signos y prodigios, no creen". Pero
el funcionario del rey insistió: "Señor, ven antes de que mi muchachito
muera". Jesús le contestó: "Vete, tu hijo ya está sano".
Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en
camino. Cuando iba llegando, sus criados le salieron al encuentro para decirle
que su hijo ya estaba sano.
Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría.
Le contestaron: "Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre".
El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: 'Tu hijo ya está
sano', y creyó con todos los de su casa. Éste fue el segundo signo que hizo
Jesús al volver de Judea a Galilea.
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