JESÚS LLORÓ
El evangelio que escuchamos este domingo contiene el
versículo más breve del Nuevo Testamento y quizá es el que mejor nos presenta
la naturaleza humana de Jesús. “Jesús lloró”. Bastan estas dos palabras
para entender quién es este Mesías. Un hombre de carne y hueso, que ama, que
sufre, que siente, que se conmueve y que no es ajeno al dolor humano. El padre
José Luis Sicre dice al respecto “Jesús, al llorar por Lázaro, llora por todos los que no podrá
resucitar en esta vida. Al mismo tiempo, les ofrece el consuelo de participar
en la vida futura.” Contar con un Dios que es capaz de padecer con
nosotros (compadecerse), debe de movernos a no quedar impasibles ante los
sufrimientos humanos.
El libro del Eclesiastés
nos dice que hay “tiempo de llorar y tiempo de reír” (Ecl 3,4). Conforme pasan
las semanas de emergencia sanitaria nos vamos dando cuenta de todos los
alcances que tiene esta crisis sobre todo con los más desprotegidos. El Papa el
día de ayer en su homilía nos invitaba a ayudar a aquellos que ya están
sufriendo el hambre a causa de esta emergencia sanitaria. El cristiano debe
llorar ante la desgracia del hermano que sufre, no podemos hacernos inmunes al
dolor. En el número 76 de la exhortación apostólica Christus Vivit,
el Papa Francisco dice a los jóvenes y a todos nosotros:
Quizás «aquellos que llevamos una
vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar. Ciertas realidades de la
vida solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que
cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un
niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un
niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?
¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría
tener algo más?». Intenta aprender a llorar por los
jóvenes que están peor que tú. La misericordia y la compasión también se
expresan llorando. Si no te sale, ruega al Señor que te conceda derramar
lágrimas por el sufrimiento de otros. Cuando sepas llorar, entonces sí serás
capaz de hacer algo de corazón por los demás.
Del llanto a la acción.
El tema central de este
día no es el ver a un Jesús destrozado por la muerte de aquel a quien amaba,
sino la acción que llevo a cabo con aquel a quien amaba. Todo este contexto que
nos presenta el evangelista san Juan es para ver la acción de Jesús al
resucitar a Lázaro, pero sobre todo para reconocer a Jesús como el mismo se
devela ante Marta “Yo soy la resurrección y la vida”.
Debemos de ponernos en
marcha para resucitar a aquellos hermanos que están muertos desde hace más de
cuatro días. Esos hermanos que si bien respiran y caminan han perdido toda
esperanza y que ahora ven la vida como el simple hecho de seguir respirando. El
escenario que vemos en estos días y que veremos en las próximas semanas no es
alentador, tendremos que aprender a convivir con la muerte, pero nunca a
resignarnos a ella, ni para nosotros, ni para los nuestros.
Quisiera terminar esta
breve reflexión una vez más citando al Papa Francisco en esa meditación
bellísima que nos dirigió el viernes pasado en la bendición Urbi et Orbi:
“Al igual que los discípulos,
experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la
fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso
lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios
la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra
tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y
esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo
parece naufragar.”
LECTURAS DEL V
DOMINGO DE CUARESMA
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Ezequiel: 37, 12-14
Esto dice el Señor Dios: "Pueblo mío, yo mismo
abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la
tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío,
ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré mi espíritu y
vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo
dije y lo cumplí".
SALMO
RESPONSORIAL
Del salmo 129,1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8.
R/. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor,
escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. R/.
Si conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién
habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor
te veneramos. R/.
Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su
palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el
centinela. R/.
Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel
al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la
redención, y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades. R/.
SEGUNDA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8,
8-11
Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta
no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una
vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente
en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio,
si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del
pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.
Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de
entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús
de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de
su Espíritu, que habita en ustedes.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Juan: 11, 1-45
En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en
Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez
ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo
era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús:
"Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo".
Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no
acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo
de Dios sea glorificado por ella". Jesús amaba a Marta, a su hermana y a
Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo
dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos:
"Vayamos otra vez a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro,
hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?".
Jesús les contestó: "¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de
día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de
noche tropieza, porque le falta la luz".
Dijo esto y luego añadió: "Lázaro, nuestro amigo,
se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo". Entonces le dijeron sus
discípulos: "Señor, si duerme, es que va a sanar". Jesús hablaba de
la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les
dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber
estado allí, para que crean. Ahora, vamos allá". Entonces Tomás, por
sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: "Vayamos también
nosotros, para morir con él".
Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en
el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y
medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por
la muerte de su hermano.
Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su
encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: "Señor, si
hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura
de que Dios te concederá cuanto le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta respondió: "Ya sé que resucitará en la resurrección del último
día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree
en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no
morirá para siempre. ¿Crees tú esto?". Ella le contestó: "Sí, Señor.
Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir
al mundo".
Después de decir estas palabras, fue a buscar a su
hermana María y le dijo en voz baja: "Ya vino el Maestro y te llama".
Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús,
porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde
Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa,
consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba
al sepulcro para llorar allí y la siguieron.
Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se
echó a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría
muerto mi hermano". Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos
que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: "¿Dónde lo
han puesto?". Le contestaron: "Ven, Señor, y lo verás".
Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban:
"De veras ¡cuánto lo amaba!" Algunos decían: "¿No podía éste,
que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?".
Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante
el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús:
"Quiten la losa". Pero Marta, la hermana del que había muerto, le
replicó: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días". Le dijo
Jesús: "¿No
te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Entonces quitaron la piedra.
te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Entonces quitaron la piedra.
Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: "Padre,
te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas;
pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que
tú me has enviado". Luego gritó con voz potente: "¡Lázaro, sal de
allí!". Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara
envuelta en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo, para que pueda
andar".
Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y
María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
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