DIOS CON NOSOTROS
Hoy se interrumpe el ritmo que traíamos de la cuaresma para hacer este
paréntesis y celebrar la Solemnidad de la Anunciación del Señor.
Quizá por todo lo que nos ha tocado vivir en el inicio de este año civil
parezca muy lejana la navidad. Pero efectivamente, solamente han pasado tres
meses desde aquel 25 de diciembre. Tres meses que se han sentido como años y
que quisiéramos que los tres meses que vienen pasaran lo más rápido posible.
Hablando sobre el tiempo es necesario que se vea a este relato sin prisas y
sin distracciones. El evento que hoy recordamos tiene su profecía 700 años
antes de su cumplimiento, la primera lectura nos presenta esta profecía que
hace Isaías al rey Ajaz y en la cual se anuncia “que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo al cual le pondrán por nombre Emanuel, es decir,
Dios con nosotros”. Es providencial que en medio de esta contingencia el
Señor nos siga recordando que está con nosotros, que no se ha ido y gracias a su
promesa que encontramos al final del evangelio de Mateo no se irá nunca, “Yo
estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.” Mt 28, 20.
A muchos nos aterra el silencio, nos aterra el saber que no encontraremos a
nadie en casa, ese silencio que en las contrariedades se hace más ensordecedor.
El pueblo judío experimentó ese silencio durante siglos, no escuchaban a Dios
que les hablaba y tanto se acostumbraron al silencio de Dios que cuando se hizo
presente en su Verbo hecho carne, no pudieron distinguir su voz.
Veamos esta recta final de la cuaresma y el inicio de este confinamiento
como la oportunidad para reencontrarnos con Dios, sigamos el ejemplo de María,
aquella jovencita de Nazaret que escuchó la voz de Dios en el silencio de sus
actividades en casa. Esa voz que le pedía, lo que le pide a todo cristiano,
sumarse al plan de Dios y cumplir su voluntad, pero un cumplimiento que parte
de una respuesta sencilla y clara que se fue sosteniendo todos los días de su
vida. El “Fiat (cúmplase)” de María cambio su historia y la historia de la
salvación.
Termino con las palabras del Papa Francisco en la JMJ (Jornada Mundial de
la Juventud) en Panamá el año pasado y ojalá que hoy nos sirva para nuestra
oración personal la pregunta final.
“Le podemos decir con
confianza de hijos: María, la ‘influencer’ de Dios. Con pocas palabras se animó
a decir ‘sí’ y a confiar en el amor, a confiar en las promesas de Dios, que es
la única fuerza capaz de renovar, de hacer nuevas todas las cosas. Y todos
nosotros hoy tenemos algo que hacer nuevo adentro, hoy tenemos que dejar que
Dios renueve algo en mi corazón. Pensemos un poquito: ¿Qué quiero yo que Dios
renueve en mi corazón?”.
LECTURAS
SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DE SEÑOR
Del libro del profeta Isaías: 7, 10-14
En aquellos tiempos, el Señor le habló a
Ajaz diciendo: "Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo
profundo, o de arriba, en lo alto". Contestó Ajaz: "No la pediré. No
tentaré al Señor".
Entonces dijo Isaías: "Oye, pues, casa de David:
¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios?
Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere
decir Dios-con-nosotros".
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 39, 7-8a.8b-9.10.11.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios, Señor, tú no quisiste, abriste, en
cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije:
"Aquí estoy". R/.
En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón. R/.
He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. R/.
No callé tu justicia, antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio. Tu amor y tu lealtad no los he ocultado a la gran asamblea. R/.
En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón. R/.
He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. R/.
No callé tu justicia, antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio. Tu amor y tu lealtad no los he ocultado a la gran asamblea. R/.
SEGUNDA LECTURA
De la carta a los hebreos: 10, 4-10
Hermanos: Es imposible que la sangre de
toros y machos cabríos pueda borrar los pecados. Por eso, al entrar al mundo,
Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me
has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el
pecado; entonces dije -porque a mí se refiere la Escritura-: "Aquí estoy,
Dios mío; vengo para hacer tu voluntad".
Comienza por decir: No quisiste víctimas ni ofrendas,
no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado -siendo así
que es lo que pedía la ley-; y luego añade: "Aquí estoy, Dios mío; vengo
para hacer tu voluntad".
Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios,
para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos
santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por
todas.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios
a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón
de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo:
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas
palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante
saludo.
El ángel le dijo: "No temas, María, porque has
hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por
nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los
siglos y su reinado no tendrá fin".
María le dijo entonces al ángel: "¿Cómo podrá ser
esto, puesto que yo permanezco virgen?". El ángel le contestó: "El
Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí
tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya
va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para
Dios". María contestó: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí
lo que me has dicho". Y el ángel se retiró de su presencia.
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